SPOILER ALERT!
Pose pretende dar voz y protagonismo a los transexuales del New York de los años ochenta, así como a los homosexuales. Enfocado en los afroamericanos, nos introduce en el mágico mundo de los ballrooms, donde expresaban su libertad de ser, sentir y vivir. Cinco mujeres transexuales dan vida a cinco féminas capaces de superar las adversidades de la vida y además en la escena del Harlem neoyorquino de finales de los ochenta, donde se creó todo un universo LGTBIQ+ de arte y liberación entre la población afroamericana y latina.
Blanca recibe la noticia de que es seropositiva en un momento social en el que la gente estaba muriendo de sida, a la vez que se hacía famosa lo que ya parecía una epidemia que rápidamente contó con el rechazo social y empezó a verse como una especie de castigo para los gais desviados del camino dictado por el “heteropatriarcado”.
Si ser gay no es un camino de rosas imaginemos ser una mujer negra en el cuerpo de un hombre, en un mundo donde a veces de lo que reniegan esas mujeres es lo que atrae a los hombres que las buscan. Elektra Abundance tiene un gran papel y con sus 1,85 metros de estatura, Domique Jackson una de las actrices transexuales protagonistas, refleja este interesante debate en el que una mujer no ceja en su lucha por sentirse una mujer completa pese a renunciar a todo. Elektra Abundance no necesita reasignación de sexo para ser una mujer, esto queda claro, es ella la que lo quiere hacer desde siempre y renuncia a su rico amante desde hace una década para satisfacer su deseo.
Tras las evaluaciones psicológicas y sus dudas por ser el fetiche de su amante, hasta un profesional médico le recomienda que lo haga y ella al fin se siente liberada. Blanca, interpretada por la magnífica actriz MJ Rodríguez, fue acogida por ella cuando empezó en los balls de forma independiente y era una jovencita recién llegada a la calle. Porque para muchas de estas personas elegir su identidad era romper con su familia, aunque siguiesen amándola, o exponerse a ser echados a patadas de sus hogares.
En la serie hay prostitución, trapicheo con drogas, relaciones infieles… pero también hay amor, compasión y esperanza. Es una serie que cuando terminas sabes que continuará, porque falta mucho por saber qué pasará con Blanca y su House of Evangelista, con Elektra y su nueva vida como mujer “completa” pero rechazada por el perfil de hombre rico con gustos por mujeres transexuales con pene, entre las historias principales. Falta también mucho recorrido para Angel o Pray Tell, otra actriz transexual que pasa desapercibida y es admirada por parecer una mujer cis entre sus compañeras o el ácido presentador de las galas al que también han diagnosticado recientemente con VIH.
A pesar de la alegría y la liberación, hay una sombra que acecha todo el rato las vidas de los protagonistas: el miedo al VIH. A contraerlo o a perder a los seres queridos. Un casi recuerdo teniendo en cuenta el desconocimiento de la enfermedad en esa década de su oscura aparición en la vida LGTBIQ+, concretamente entre hombres gais o mujeres transexuales. No es casualidad el rechazo a estas comunidades desde siempre y sin duda es obvia la dificultad y la lucha por ser lo que son hoy en día.
Una serie muy recomendable, colorida, con mucha brillantina y ganas de hacer que te vayas a bailar, a crear tu propio ball solo por gritar al mundo que quieres ser y vestir como te dé la gana en un mundo, aún hoy, difícil en muchos ámbitos. El debate va más allá de si parecen o no mujeres, ya que trata sobre considerar a una persona por lo que ella quiera ser, no por lo que a la gente le parezca que es. Sobre todo, lo que enseña esta serie es que la familia está donde te quieren y eres aceptado.