Antes de nada, quiero deciros que hay esperanza, que no todo es tan malo como parece y al final, todo mejora.
Debo empezar diciendo que mi etapa escolar fue todo menos un camino de rosas. Aunque siempre fui un buen estudiante, también era considerado el bicho raro de la clase, el marica, para ser exactos. Para alguien como yo, que ya peina canas, ese día a día en mi época era muy difícil, como podéis suponer: el marica, el mariquita, el maricón… Da igual la variante. No había día que no me lo repitieran 20 veces.
Siempre era lo mismo… esa sensación rara, como de desasosiego. Se acababa el verano y llegaba la hora, así, sin darme cuenta, de tener que volver a rellenar la agenda escolar con los deberes y exámenes que iban programando los profesores. Y de volver a ver los de clase. En condiciones normales, no debería suponer mayor esfuerzo que el de madrugar todos los días y estudiar un poco por las tardes: debería ser una etapa ilusionante, pero hay veces que las cosas no son tan fáciles como tendrían que ser y para ciertos escolares volver al cole supone, cuando menos, incertidumbre, ansiedad y nervios (que levante la mano quienes se sientan así al leerme).
Miradme a mí. Puede que no sea el ejemplo de la perfección en muchas cosas, (todo lo contrario, cometo varias torpezas a lo largo del día) pero supe resistir las embestidas y aquí me tenéis, escribiendo estas líneas desde mi altavoz como voluntario en It Gets Better España.
Fijaos bien, he dicho la palabra resistir. Y he elegido precisamente esa porque hace 30 años era muy, muy complicado hacer frente a las burlas, los insultos y los empujones, zancadillas y bromas de mal gusto que me tenían a mí por objeto. Muchísimo más que ahora. Hace tres décadas, ser homosexual era algo que había que mantener oculto, al abrigo de la oscuridad, congelado en el corazón. Pero ahora es diferente. Podéis pensar, muy libremente, que es más fácil escribirlo que pasar a los hechos, pero si me he enrollado contándoos todo lo anterior, es para que os deis cuenta de que yo he pasado por exactamente lo mismo, aunque con una gran diferencia: El miedo me paralizó durante años y años y me quedé callado. Nunca dije nada. ¡Me he perdido tantas cosas por culpa del miedo!
Ahora el cuento es diferente. La sociedad se ha abierto a nuevas formas de entender el amor, a nuevos tipos de familia y a diversos estados de felicidad, a fin de cuentas. Ahora es cuando tenéis el poder de cambiar las cosas. Os lo digo porque, quizá estéis en una situación tan difícil que no os hayáis dado cuenta hasta ahora, pero tenéis en la mano la capacidad de vencer a las pesadillas.
No hay lección más grande en esta vida que la que os voy a revelar: “Los monstruos no podrán hacerte daño si tienes el coraje para hacerles frente. En el momento en que normalizas una situación, una forma de ser, una personalidad, y te zafas de tus ataduras, dejarás desarmados a quienes usan todo eso para atacarte”.
Hay gente mala en el mundo, no digo que no, siempre la habrá, pero también la hay buena. Y es en ella en quien debes fijarte, pedir ayuda si hace falta, decir lo que te pasa, gritar de una vez por todas quién eres. Sabrás reconocerla, estoy seguro. Y es entonces, solo entonces, cuando todo acabará. Espero de verdad que mis palabras, escritas desde el corazón, no caigan en saco roto y me hagáis caso. Aquí estoy si necesitáis ayuda.
Tengo 30 y a mi el miedo aun me paraliza. Bien por ti que has salido adelante. El mundo es para los valientes.