De manera cálida, segura, cómoda, confortable, abierta, respetuosa y diversa, así he creído siempre que un centro educativo debería abrazar a su alumnado durante su etapa formativa. Porque, aunque a algunas personas madrugar nos haya gustado bien poco, ir al colegio o al instituto siempre ha sido una cuestión de indubitable júbilo que tan solo el bullying y sus colegas de patio, el silencio y la soledad, conseguían lapidar.
La transferencia de conocimientos entre el claustro y el estudiantado por supuesto que es, y deberá seguir siendo, uno de los objetivos fundamentales de los centros educativos; pero, una pausa reflexiva en el cómo de este intercambio y en todo lo que, de manera causal o espontánea lo envuelve, es más que obligatoria.
Un docente no puede adivinar cuál va a ser el comportamiento de sus estudiantes, pero sí puede, una vez dado, discurrir sobre lo ocurrido fomentando siempre el respeto, el diálogo y, como algunas religiones afirman, la comunión.
Y es que con la misma exigencia con la que el sistema obliga a menores y a adolescentes a cumplir con su responsabilidad instructiva, la comunidad docente y las leyes de las que se alimenta deben prometer ofrecer a nuestra juventud lugares seguros donde prime la responsabilidad emocional al mismo nivel que la educativa, algo que solo puede suceder a través de la empatía, el respeto y la diversidad, valores que hoy quiero poner en alza gracias a esta maravillosa, tierna y esperanzadora historia que nos llega desde Portugal a través de las palabras de Noah, une estudiante de instituto que relata la importancia de instruirse en un entorno en el que poder ser sin ningún tipo de filtro, así como de las redes de apoyo. Hoy mi referente es elle. Por las nuevas generaciones que nos demuestran que sí es posible.
Me cambié a este instituto “Escola Secundária Ferreira de Castro” en septiembre de 2021 porque no conecté en absoluto con el instituto anterior en el que estuve. Aquel era un instituto problemático y con “problemático” me refiero a que era homofóbico, racista, machista, misógino (…) en general se podría decir que nunca me sentí cómode allí, de hecho, siempre supe que no pertenecía a ese lugar. Se hacía bullying a cualquiera sin ningún motivo y por eso la gente se sentía forzada de algún modo a esconder su verdadero “yo”.
Cuando llegué a este nuevo instituto encontré a un montón de gente que me respetaba y me entendía. Vamos a ver, no es un centro perfecto, sin embargo, siento que tanto el profesorado como el alumnado son mucho más comprensivos y solidarios. Todas estas personas nunca juzgarían a alguien simplemente por pertenecer al colectivo LGTBIQA+. Por este motivo, la pasada semana, mis amigues y yo trajimos nuestras banderas “orgullosas” al instituto y las ondeamos con orgullo. Sorprendentemente, muches estudiantes se acercaron a nosotres apoyando nuestra causa mientras pasamos un buen rato.
Aquello me reportó un sentimiento muy bueno que nunca había sentido así antes. Ahora estamos planeando una reunión el 10 de diciembre, por el Día Internacional de los Derechos Humanos, para conseguir el apoyo de otres estudiantes para seguir promoviendo la libre elección de género y orientación sexual.
Noah