Querido Samuel:
Te escribo desde el futuro para decirte que, aunque estés pasando un mal momento que parece no tener fin, tu vida va a cambiar y algún día serás inmensamente feliz.
Vas a ser tú mismo quien algún día se acepte tal y como es. Habrá a tu alrededor quienes no te lo pongan fácil, pero algún día te darás cuenta de que tu familia está formada por la gente que te quiere, y a veces esto deja fuera a algunos con los que compartes lazos de sangre. Y aquí es donde empezará a llover en tu vida.
Pasarás meses o años hecho un lío. De adolescente jugarás con otro chico y con otro. Te costará reconciliar el placer que esto te dará con el hecho de que también te gustan las chicas. Y es que, querido yo del pasado, te ha tocado vivir una época en la que a los bisexuales os miran un poco como a bichos raros. Te pido un favor: no te sientas mal después de pasar un buen rato con él. No estaréis haciendo nada malo.
Luego vendrá el bachillerato. Tengo un consejo para estos dos años: deja de ponerte palos en las ruedas. Deja de fingir que eres hetero. Deja de decir cosas que no piensas, y deja esa coraza absurda que te has construido. Aunque todo esto tiene un lado bueno que ahora no ves: te vas a hacer muy fuerte, más de lo que te puedes imaginar.
No tengas prisas por echarte novia, y no quieras ver el flechazo con aquella chica como más de lo que realmente fue. Y oye, si lo vuestro dura poco no tienes por qué acabar mal con ella y no hace falta buscar culpables.
Cuando te vuelvas a encontrar años después con tus compañeros de clase de entonces te darás cuenta de que no te odiaban y de que todo era mucho mejor de lo que creías. Pero, amigo, no te culpes, pues había algo nublando tu juicio. Y por eso a tus 18 años lloverá sobre mojado. Hacía falta valor para aguantar todo aquello; hacía falta fe para creer en el sol que se ocultaba tras las nubes, sobre todo si tenías una venda delante de los ojos.
Entrarás a la universidad y tendrás un par de años en los que estarás ocupado con mil cosas. Estudias la carrera que siempre has querido, te rodeas de gente maravillosa, te has quitado de encima a quienes no querías en tu vida y te va bien en el deporte. Pero de vez en cuando tu pequeño secreto volverá a tu cabeza, atormentándote, impidiéndote fijarte en nadie y disfrutar. Y, sin que te des cuenta, la venda caerá.
Y llegará el momento en que la fina pero incesante lluvia dé paso a la tormenta con un estruendo. Te sentirás seguro y abrirás las puertas del armario de una patada. Te sentirás libre y poderoso. Descubrirás quiénes no son realmente tus amigos, aunque serán los menos. Y, sobre todo, te darás cuenta de lo mucho que te apoyan y te quieren tus verdaderos amigos. En este momento verás a alguien que en vez de correr a resguardarse de la lluvia te cogerá de la mano y se mojará contigo. Ella, de hecho, se mojará por ti.
Los días y las semanas pasarán y tendrás unos meses muy intensos, como si quisieras recuperar el tiempo perdido. Pasarán por tu vida este y aquel, esta y aquella. Vivirás, unos años más tarde, la adolescencia que te impediste tener antes. Tendrás mejores y peores experiencias, como le pasa a tanta gente.
Tu amiga, la que se mojó por ti, siempre estará a tu lado en todo ese tiempo. Ella se alegrará contigo cuando las cosas te vayan bien y te alegrará cuando te vayan mal. Ella será tu guía en tu tempestuosa travesía.
Y es que algún día te darás cuenta de lo mucho que la quieres y te gusta. Volverán tus miedos, te harán pensar que ella solo te quiere como amigo –o a veces, ni eso–, pero cada vez que el cielo se ponga oscuro y la lluvia sea tan fuerte que no veas más allá de tu nariz, serán sus ojos los que te den algo de luz.
Algún día dejará de llover. Será el día que tú elijas dar un paso adelante y atreverte a ser feliz. No será fácil, pero estará en tus manos. Tendrás que juntar mucho valor, más o menos el mismo que ha necesitado ella para estar a tu lado todo este tiempo. Pero lo harás, y ambos sabréis que vuestros sentimientos son correspondidos y puros.
Y, cuando tus labios toquen los suyos, sentirás que las nubes se abren y notarás que los primeros rayos de sol tocan vuestras caras. Cuando sus brazos rodeen tu cuerpo y verdaderamente sientas que los dos sois uno sabrás que ella, que ha visto lo peor y lo mejor de ti, te quiere como eres. Dejarás de tener miedo a querer y comenzará una bonita historia.
Habrá llovido mucho y tendréis que quitaros las empapadas ropas. El sol, radiante, está ahí para vosotros dos. Conocerás mundo con ella y te conocerás todavía más a ti mismo. Sentirás que todo está en su sitio y ya no tendrás que enfrentarte a nadie más. Solo tendrás que preocuparte de disfrutar y de querer, y serás muy querido.
Echarás la vista atrás años más tarde y te preguntarás qué contarle a tu yo del pasado. Llorarás un poco escribiendo esa carta y recordarás los muchos momentos felices que te habrán traído hasta donde estoy yo ahora. Y créeme que no es un mal lugar: me va genial en mi trabajo, que me encanta, el deporte me sigue dando muchas alegrías, y el amor de ella no me falta.
Ella podría haber sido él; él podría haber sido ella. Eso da igual. Tu orientación no cambiará por la persona con la que estés, y no debes preocuparte por ser normal o por dejar de serlo. Antes de despedirme, te daré un último consejo: sé tú mismo.
Un beso enorme, para que sepas que tu yo del futuro siempre estará orgulloso de ti,
Samuel