No puedo evitarlo, es superior a mis fuerzas: cada vez que paso por delante de mi antiguo colegio, me asaltan los recuerdos. Lo veo y me estremezco. Aquel patio me transporta a esos recreos de la EGB de la España de los años 80, larguísimos, fríos, vacíos y repetitivos. Cuando llegaba la hora del descanso, la clase se dividía en dos grupos: el de los chicos y el de las chicas. Los chicos jugaban su partido de fútbol diario y las chicas se dedicaban a pasar el rato diversificando sus actividades: cromos, comba, goma, rayuela… ¿Qué es lo que hacía yo? Adivinaréis fácilmente que, no habiéndome gustado el fútbol nunca, me sintiera más atraído por las actividades lúdicas de mis compañeras de clase y acabara compartiendo mi tiempo con ellas, lo que me sometía, automáticamente, al escarnio público de los demás.
Sin recordar cómo, recuerdo que un día se pusieron de moda las miniolimpiadas, una especie de competición deportiva entre todos los colegios de la ciudad (supongo que tendría algo que ver con la retransmisión de alguna olimpiada de las de verdad en la tele, pero era tan pequeño que ya no me acuerdo). Así, sin disponer de más datos, puede incluso sonar bien en una primera impresión. La excusa perfecta para socializar y estrechar lazos intercentros… Pero nada más lejos de la realidad, al menos en lo que respecta a la experiencia que yo tuve. Lo siento mucho, pero las odiaba. Para ser honesto, renegaba de la clase de Educación Física porque de niño era enclenque y débil y no tenía apenas autoestima. Siempre me sentía ridiculizado. Ya se encargaban los demás de recordármelo cada dos por tres, porque siempre que había que elegir grupos para el partido de béisbol (que jugábamos de aquella manera, ya ves tú) o de cualquier otro deporte, a las chicas y a mí nos elegían de los últimos… si no el último. Eso hacía que me quedara quieto y escondido en un rincón.
Al final, cuando llegó la competición, elegí algo fácil como el salto de longitud (si la memoria no me falla), y procuré caer en la primera ronda, para cumplir el trámite, pasar el mal trago bajo la reprobatoria mirada de los profesores, quienes se limitaban a decirme que no me esforzaba lo suficiente y que parecían decirme con sus gestos que les estaba reventando el juego. Así que nadie se preocupaba por mí, solo se preocupaban por ellos mismos y su ego.
Pueden parecer ejemplos tontos (aunque creo que más de una persona se sentirá identificada con lo que aquí escribo), pero quiero hacer ver con esto que el deporte, en general, y el fútbol, en particular, al menos en mi caso y durante una gran parte de mi vida, me han parecido un nido de homofobia y de machismo.
Con el tiempo, la inocencia de la juventud se pierde y uno adquiere pensamiento crítico. El deporte debería unirnos. Al fin y al cabo la finalidad de un equipo es la de trabajar juntos para lograr un fin y triunfar. Sin embargo, la triste realidad, la que aprendemos cuando pasan los años, crecemos y nos hacemos mayores, es que, participar está bien, pero se juega para ganar. Estoy harto de escuchar esa frase que nos han vendido para que, cuando quedamos los últimos y no tengamos más recompensa que el aplauso del público y el juego del programa, no nos pongamos tristes. Hemos creado una sociedad tan competitivamente monstruosa que resulta terrorífica. Hoy en día hay que ser el mejor en todo si se quiere tener éxito: en los estudios, en el trabajo y, como he dicho, también en el deporte. Podéis estar de acuerdo conmigo o no, por supuesto, pero no me negaréis que todos los deportistas que se precien lo hacen: se esfuerzan al máximo para sobresalir, para ser los mejores. Y serlo implica, tácitamente, no mostrar debilidad y esa debilidad se relaciona, en muchas ocasiones, con homosexualidad y sexo femenino, de modo que un alto porcentaje calla y se esconde.
Pero, sabéis una cosa, se equivocan. Y puedo ilustrarlo con ejemplos. Hace unos días, las jugadoras de la selección femenina de fútbol se coronaron como campeonas del mundo (¡toda una gesta, felicidades!) y hoy es el día en que algunos deportistas que compiten en el más alto nivel han expresado públicamente su condición de homosexuales: Tom Dailey, Josh Cavallo, Víctor Gutiérrez… un goteo incesante de rostros y personalidades que están en lo más alto, que no se dejan amedentrar y que iluminan con su luz el camino para que todo mejore. Los tiempos cambian, afortunadamente, y la España de hoy en día dista mucho de la de hace 35 años, gracias a los avances en políticas sociales. Por fin empiezan a cambiar las cosas, por fin se están extinguiendo los niños temerosos de darlo todo, de ser los mejores, de no conformarse con ser espectadores y pasar a ser la estrella del equipo, dando igual cómo sean y cómo se identifiquen. ¡Todo mejora!
Es hora de derribar mitos y de hacernos visibles. Formemos un equipo y salgamos a ganar. Salgamos a correr y no paremos hasta llegar a la meta. Queda mucha carrera por delante y no podemos desfallecer.
Pienso que en el deporte y especialmente en el fútbol se ejecuta de forma inconsciente o conscientemente una mal entendida masculinidad, durante muchos lustros se ha interiorizado y hablo tanto de la adolescencia como de adultos porque muchas de las situaciones están cortadas por el mismo patrón para alguien de 16 años, de veinte o de treinta, no todo se termina en la adolescencia, la vida continua, afortunadamente.
Los medios de comunicación, el patriarcado, poderes fácticos y un largo etcétera, han influenciado en el modelo de familia, en la procreación, en el sexo, diversas orientaciones religiosas, de tal forma que han establecido unos roles que se han interiorizado de modo que durante décadas la sociedad tenía muy claro que los niños jugaban a fútbol, no lloraban, eran fuertes, rudos y que el mundo era suyo. Las niñas con sus muñecas, cocinas, volantes, débiles, sin opinión propia y lacitos en el pelo.
Cambiar esta visualización de la heteronormatividad está costando horrores y aunque es cierto que hay una obertura social, dependiendo del partido político que esté en el poder, creencias religiosas, educación sexual en institutos, estaría de acuerdo con el artículo que se abre un camino esperanzador pero desde mi punto de vista desde la secundaria ya se tiene que trabajar mucho, por qué?, pues porque desde la primaria te dicen que vulva es igual a niña y que pene es igual a niño, el género ya lo estamos identificando a través de los órganos sexuales, por lo tanto la educación sexual que recibimos tiene que ir mucho más allá.
En el fútbol y sobre todo en la pre y en la adolescencia, nos estamos reafirmando, con bromas en vestuarios y en duchas y aquí ya entra la mal entendida masculinidad, «yo la tengo mas larga, me he tirado a fulanita y menganita, soy un crack», mentimos como para parar un tren, o «fíjate ya se me marca la tableta y los bíceps de tal y cual sitio», la fuerza, la velocidad, la técnica, todo ello se valora y se ensalza como en los Juegos Olímpicos de la actualizad como de la antigua Grecia, con la diferencia que ahí no había ningún problema dentro de este ámbito de mantener relaciones sexuales con otros hombres, pero eso ya sería otra historia.
A donde quiero llegar es que quien cambia las reglas, las conductas, las normas, siempre ha sido el ser humano en función de la época y momento histórico en el que por suerte o desgracia vive por motivos de supervivencia, procreación status, poder. Un amigo muy querido por mi, le he leído «que no hay nada malo en ti», es la sociedad que tiene que evolucionar sexualmente y dejarse de formatos que en el pasado funcionaron para la procreación de la raza y el de ser bien visto por la sociedad, en la actualidad no es necesaria esta presión de reproducción del ser humano. Amemos lo que sentimos, no lo que los demás piensan que es lo «normal» (palabra que por cierto odio).
Faltan todavía generaciones para que la sexualidad de una persona no sea motivo de ningún comentario ni aquí, ni en ninguna parte, no obstante me dejo llevar totalmente por el mensaje de Alexander, por el optimismo que transmite y por una visión de trabajo por hacer, creo que se lo leí a él que tenemos un camino allanado, gracias a todo un colectivo que en el pasado luchó.
Permitidme que acabe diciendo que aún existen muchas barreras en el fútbol amateur y profesional para derribar, el público que viene a verte no acaba de estar del todo preparado para ver diversidad en los jugadores, todavía sigue bastante anclado en el patriarcado y en el hombre que identifica como viril y que se ha tirado a media población femenina, con todos mis respetos con esta analogía pero el hincha sigue teniendo una visión del futbolista como un hombre de éxito que mantiene relaciones sentimentales con modelos, actrices, cantantes, no está para nada preparado para un jugador que sale con un hombre y desde luego, los directivos del club que son empresarios, banqueros, etcétera, si les puede afectar al bolsillo, se lo pensarán dos veces.
Siento este ultimo párrafo más pesimista respecto a este deporte peros la situación es la que es.
Hola Alexander, importante no silenciar, ni quedarse con la boca callada, en los colegios es importante que haya un protocolo de actuación, que el Ammpa se implique y que la dirección escolar tenga las ideas claras, a partir de aquí es cuando el crío o el adolescente puede comenzar a ser el mismo. Un aupa por las nuevas generaciones!
Veamos, el artículo no está mal, he dejado el instituto no hace mucho, es cierto que hay una mejor onda entre algunos jóvenes que ya no son tan inflexibles con la diversidad sexual, pero colegas estar en un patio de instituto siendo abiertamente homosexual, tiene lo suyo, lo digo porque lo he vivido y tienes que ser fuerte porque hay gente buena y que es maravillosa y también gilipollas que la meta en su vida es la de humillarte. Entonces, amigxs hay que ser realistas, fácil no lo vas a tener pero en la actualidad y sobre todo en España, tenemos centros LGTBI+ a los que recurrir y hay una visibilidad mayor de la que hace 35 años, ahora bien en un juzgado vas a tener que demostrar no solo que has sido agredido verbalmente o físicamente si no que el Papa está a punto de hacerte santo.
Me parece estupendo el discurso que se ha hecho acerca de que los tiempos han cambiado, es totalmente cierto, pero los que hemos ido al instituto hace poco, sabemos lo que se cuece y tienes que impermeabilizarte bastante, no todos los profesores saben qué hacer ante un bullying por homofobia o porque estas gordo o porque te pones la raya del pelo a la izquierda y el consejo escolar es muy cauto a la hora de señalar a los posibles agresores, eso si no te tienes que largar de la ciudad por el acoso. Solo hace falta leer el periódico y si la suerte acompaña veremos publicado estos sucesos tan graves y que existen en pleno siglo XXI.
Me apunto al Arco Iris de Alexander porque si bien pienso que le falta profundizar más en el aspecto homofóbico que existe en el fútbol, le veo una ternura que es necesario tener para ver lo bueno de las acciones que se han hecho hasta ahora.