Hace unas semanas, tuve la suerte de marchar en Madrid en la manifestación del Orgullo LGTBIQ+. Fue como dejar algo en el pasado y empezar más libre una nueva etapa. Pero, para seguir con eso, hay ciertas cosas que no puedo seguir guardando. Hace 2 meses, después de terminar la serie Heartstopper, escribí algo que me salió del corazón, pero me propuse meditar desde dónde venían esas palabras antes de publicarlas. Hoy sé que no vienen de la rabia, sino que de la profunda necesidad de evitar el sufrimiento de futuras generaciones de personas de nuestro colectivo, y es de ahí desde donde decido sacar la voz.
Empecé a ver esta serie porque me la recomendaron. Es simple y compleja a la vez. Pura y al fondo del corazón. Ya a partir del segundo capítulo, sentí que el pecho se me apretaba. Una sensación mezclada con una punzada en el estómago y que se me quedó pegada por un buen rato. De hecho, escribo esto y todavía lo siento.
Miles de recuerdos, de emociones, de esperanzas y sufrimientos se me agolparon en la mente. Momentos de la infancia, de mi colegio, de la confusión y emociones revueltas que me dejan hoy –a los 45 años– aturdido, dolido, emocionado. No sé cómo lo hicieron para montar esta serie. Es como si hubieran traído mis emociones, vivencias, recuerdos, pero, sobre todo, los anhelos incumplidos de mi tiempo en el colegio y parte de la universidad. Y sé que soy solo una de muchas personas.
Hace 28 años, cuando salí del colegio en Chile, ser gay era todavía tabú, un peligro, un secreto, un dolor. Ver esta serie, si bien me produce alegría por la forma en la que la historia transcurre, me enfurece también. Ser un adulto y ver cómo, incluso hoy, adolescentes siguen sufriendo solamente por sentir amor, es una tortura. Llámenme dramático, sensible, intenso o herido, pero es lo que siento. A mis amistades y familiares que tienen descendencia, les pido que les hagan la vida más fácil y que, al mismo tiempo, les enseñen a hacerle la vida más fácil al resto.
Entiendo que ser padres o madres en esta época no es nada fácil, pero lo que se ve en esta serie es 100% real, y el trauma y dolor que me generó vivir escondido, avergonzado, con miedo y angustia, me marca hasta hoy. Y soy uno de los afortunados, que he logrado hacer mi vida, salir adelante y amar. Casarme con el hombre de mi vida y dejar de mirar hacia abajo, de dejar de necesitar que se me “acepte” y luchar por ser parte de forma íntegra de la sociedad. Y a quienes no les guste o no lo acepten, que vayan al psicólogo y se den cuenta que rechazar a quien es distinto de lo que la norma dicta, dice más de sí que del resto.
Puede que esto suene confuso y probablemente lo sea. Pero es así lo que vivimos las personas de la comunidad LGTBIQ+, quienes enfrentamos el rechazo, la violencia, las burlas, la vergüenza, el dolor, el miedo y una pena enorme que nos acompaña. ¡Es por eso por lo que hoy digo basta! No pido que me acepten ni me toleren. Pido que no se me diferencie, que no se me segregue, que no se me etiquete. A mis amigos, a mi familia y a todas las personas que conozco les exijo que no sigan haciendo daño. Aceptarnos no es lo que pedimos, ya que implica que hay algo incómodo o malo que se debe “aceptar”. Deben entender, de una vez, que no existe una superioridad moral por el hecho de ser “normales”. Que ustedes no son quienes otorgan los derechos y que su deber como seres humanos es no dañar. Eso es lo que pedimos. Más bien, eso es lo que exigimos.
Si en 2022 estamos viendo una serie sobre lo que adolescentes viven en el colegio en un país “avanzado” en diversidad sexual, como es Reino Unido y, a pesar de todos los pasos adelante que se ha dado en la materia, niños inocentes siguen luchando por el sufrimiento que viven por el solo hecho de sentir atracción por alguien del mismo género, porque no se sienten conformes con el género asignado al nacer o, simplemente, porque no logran clasificar su sexualidad en las normas establecidas, es que todavía hay demasiado trabajo que hacer como sociedad.
Falta mucho. Hemos luchado demasiado, por lo que ahora es tiempo de que salgan de las gradas desde donde se acepta y actúen, que ustedes hagan algo para que cambien las cosas, que eduquen a las generaciones que hoy sufren, para así, de una vez por todas, detener esa inercia y que no existan menores o adolescentes que vuelvan a sufrir por ser diferentes. Ahora les toca a ustedes tomar la iniciativa.