En los últimos años han empezado a reivindicarse con más fuerza que nunca nuevos términos e identidades que se han ido añadiendo al colectivo y al acrónimo LGBT+ y que puede que no entendamos demasiado bien: pansexual, arrománticx, género fluido, persona no-binaria… Ante tal afluencia de nombres y adjetivos, no es extraño haber oído alguna vez frases como “yo no me identifico con ninguna etiqueta, las etiquetas solo oprimen” o “con tanta letra, el acrónimo se va a hacer infinito”. Sin embargo, prácticamente todos conocemos a alguien que no tiene ningún problema con identificarse con alguna etiqueta dentro de las siglas LGBT+, que reclama la importancia que tiene usarlas y además luce la suya con orgullo. Ante todo esto, es normal que tengamos opiniones encontradas o que no sepamos muy bien qué pensar sobre ellas. Entonces, ¿qué hacemos con las etiquetas?
A simple vista, las etiquetas pueden parecer moldes en los que tenemos que encajar a la fuerza y que no nos permiten expandirnos más allá de su definición. Para algunas personas puede significar una presión por cumplir con las expectativas y los estereotipos que pueden generarse a partir de ella, y por eso las rechazan. Sin embargo, para muchas personas encontrar una palabra para nombrar lo que sienten significa darse cuenta de que lo que sienten es real y no un producto de su imaginación ni ningún tipo de trastorno, que es válido, no tiene nada de malo y que existen más personas como ellxs que sienten lo mismo. Significa encontrar una comunidad para unirse frente a la incomprensión y la discriminación, y con la que celebrar avances en cuanto a la aceptación social y el reconocimiento de derechos.
Si decides identificarte con una etiqueta, no tienes por qué pensar que eso te obliga a actuar de una determinada manera para siempre o a formar parte de un grupo de personas totalmente idénticas y uniformes en cuanto a personalidad, comportamiento y gustos. Cada persona LGTB+ es única e irrepetible y todxs aportamos al mundo y al colectivo algo especial y que merece la pena. Incluso si te identificas con una etiqueta, no significa que no puedas identificarte simultáneamente con otra más (puedes identificarte al mismo tiempo como bisexual y pansexual, o gay y trans, por ejemplo). Además, las etiquetas no son algo estático y la forma en que te identifiques puede cambiar a medida que vas viviendo experiencias y conociéndote mejor. Puedes, por ejemplo, pasar de identificarte como heterosexual a bisexual, o de trans a persona de género no-binario. No hay nada de malo en dejar atrás ciertas etiquetas y abrazar otras a medida que descubres quién eres. Y, por supuesto, el hecho de que para ti ya no sean necesarias no significa que no sean válidas o que no puedan servir a otras personas. Lo importante es que tú te sientas cómodx tanto si usas una como si no, y que todxs tengamos la libertad de ser quien somos de verdad.