«Españoles, Franco ha muerto» y la Plaza de los Frutos brota como los almendros en enero.
Amar es para siempre y siempre, con respeto, a quien cada unx quiera. Y así, con respeto, cariño y la más clara de las intenciones, es como una de las series españolas de nuestra sobremesa actual nos ofrece uno de los obsequios más fundamentales para el desarrollo vital del colectivo #LGTBIQ+: referentes; referentes reconocidos y visibles, historias paralelas a las nuestras dentro del contenedor más sagrado de nuestra existencia, la televisión.
Amar es para siempre lucha en mitad del luto fascista en el que se encuentra España después de la muerte del caudillo y lo hace con la inclusión de una pareja homosexual en su trama. Dicha pareja está compuesta por Luisa Gómez (Paula Usero) y Amelia Ledesma (Carol Rovira), a quienes las brillantes mentes de los #Millenial han bautizado como #Luimelia. Y sí, Luimelia nace, crece y también se reproduce, prueba de ello la renovación de ambos personajes para la octava temporada o el alcance mundial que tiene la trama de sendas actrices a través de aplicaciones como YouTube, Instagram o Twitter.
Latinoamérica, Asia, Estados Unidos… #Luimelia, a estas alturas del metraje, es una obra de arte mundial: La Libertad guiando al pueblo a las cuatro y media de la tarde en un habitáculo cualquiera de nuestra geografía; la luz al final del viaje a través de una gruta complicada; la esperanza del corredor a punto de llegar a meta; el líder que tira de la cuerda el primero en nombre de su pueblo o la proa de un barco que surca el asfalto contra viento, ignorancia y marea. Y es que la historia de Luisita Gómez y Amelia Ledesma ha pasado de ser una trama amorosa más de esta séptima temporada a ser LA TRAMA; parte de nuestra historia y ahora, también, de nuestra lucha –la que era entonces y la que sigue siendo ahora–.
Nos han conquistado, los guionistas de Amar es para siempre han llegado a su Luna particular y han clavado con éxito la bandera de #Luimelia en nuestros hogares gracias a una construcción argumental progresiva, real y creíble. Una historia de esas que germina y crece poco a poco con cariño y cuidado, de esas de las que cada día, con la fuerza del sol, brota un encuentro nuevo que será un recuerdo inolvidable y así: amistad, atracción, dudas, negación, afirmación, ganas, decisión, sueños y obstáculos.
Obstáculos extremos, contextos imposibles a los que una pareja heteronormativa no se hubiese enfrentado. Y ahí –que es allí y aquí– es donde reside el corazón de la intención de este artículo, la misma que el de la inclusión de #Luimelia en la serie Amar es para siempre: relatar y hacernos conscientes y partícipes del sufrimiento causado por los límites que la sociedad ha impuesto para el amor cuando este se da en personas del mismo sexo. Límites que en el caso práctico de nuestro país, España, el fascismo alimentó con fervor y, que desde entonces, han quedado excesivamente latentes sobre nuestro entendimiento cotidiano de la vida.
Por ello, la visibilidad de una pareja homosexual dentro de una serie histórica y familiar como es Amar es para siempre supone un hito para la televisión y para la producción audiovisual española y merece, por tanto, reconocimiento, apoyo, aplauso, agradecimiento y mención. Y es que con #Luimelia, Antena 3 y anteriormente la vecina Televisión Española cuando hizo lo propio con Ana y Teresa en Amar en tiempos revueltos, han conseguido sentar en el mismo sillón generaciones yuxtapuestas con pensamientos divergentes. Lo imposible y lo más necesario: entendimiento, respeto e igualdad.
Amar es para siempre ha marcado un tanto en el marcador de la Igualdad LGTBIQ+ y nos ha regalado esperanza, nos ha regalado personajes como Manolita o Marcelino y nos ha tendido manos como la de Jesús, la de María o la de Benigna, recordándonos, a quienes tuvimos miedo y sentimos la soledad en nuestra piel, que existen personas buenas en el mundo todavía dispuestas a dar todo de sí para hacer de tu trozo de mundo un lugar mejor. Personas a las que no les importa a quién ames, quién te sientas o quién seas siempre que hagas el bien al mundo y respetes la libertad de los demás. Personas buenas, personas que serán techo y canalillo de tus días malos y abrazo, música y confeti de tus días buenos. Personajes protagonistas y secundarios, que homenajean tarde tras tarde a aquellos que –personalmente– me ayudaron a ser más feliz, a sentirme mejor conmigo misma y a quererme más y mejor.
A vosotros, nido de algodón, este inciso y abrazo.
Luimelia ya no es un simple shippeo, es una historia. Un nuevo golpe de esperanza en mitad de esta tierra incierta que se nos ofrece día a día. Una bandera blanca contra el odio, un lugar seguro al que recurrir y el combustible necesario para seguir adelante. Un par más de valientes por la que merecerá la pena vivir acorde con quienes somos y con lo que sentimos. Un pasado cargado de futuro. Gracias.
A Eva García por la magia de sus pinceles.
Gracias por acompañar mis palabras con tanta maestría y color.
A las “Luimelia” de entonces, las de ahora y las venideras. Por vosotras.